El razonamiento circular y la mente entrenada de un Testigo de Jehová

Si hemos tenido alguna vez la oportunidad de razonar con un Testigo de Jehová, posiblemente nos hayamos encontrado en que ha sido una tarea un tanto dificil de realizar, ya que muchos de ellos no están acostumbrados a razonar, y mucho menos a hacer cuestionamientos, ya que creen en todo lo que les enseña el 'esclavo'. Esto incluye la creencia de que la Sociedad Watchtower fue escogida por Jesucristo en 1919 como su "esclavo fiel y discreto", su canal de comunicación para iluminar y guiar a sus siervos por toda la Tierra.

La mente entrenada de los Testigos de Jehová. (Haga clic en la imagen para verla ampliada)

Para mayor información de las creencias y prácticas y que la Sociedad Watchtower enseñaba en 1919, vea el artículo "Cambios y contradicciones de la Sociedad Watchtower", o descargue el documento en formato .PDF aquí.

¿Cómo se logra este tipo de "entrenamiento"?
Cada artículo que es publicado por el "esclavo" en La Atalaya (o el estudio del libro) es leído por lo menos 5 veces por cada testigo de Jehová:
1) La primera vez, se lee o estudia en privado antes de ir a la reunión.
2) Al responder las preguntas que aparecen al final de cada página, se obliga al Testigo a leer el párrafo por segunda vez.
3) Al subrayar las respuestas, este se lee por tercera vez.
4) Llegado el día de la reunión, el artículo es leído por el lector y guiada por el conductor del estudio de la Atalaya, el cual es vuelto a escuchar por el Testigo.
5) El conductor de la Atalaya hace las mismas preguntas para que las respuestas sean comentadas (leídas) por los presentes.

El repetir y leer las mismas respuestas una y otra... y otra vez, estas se van colocando firmemente en la mente del Testigo, la mente, por supuesto "se aburre" de leer y escuchar las mismas respuestas y deseas cambiar a otra cosa, aunado al hecho de que deben apegarse al tiempo (también ya estipulado por el "esclavo") no hay tiempo siquiera para cuestionar la respuesta y mucho menos razonar lo que se está diciendo o leyendo y es ahí donde está el peligro, ya que esto causa un efecto casi hipnótico (como un estado de trance) ya que la mente se aburre por la repetición, como consecuencia, la cualidad de crítica y razonamiento de la misma es anulada.

Es como conducir un automóvil en línea recta y sin curvas (su mente eventualmente se pondrá en "modo automático"), al llegar a destino, no recordará como llegó ahí, pues no tuvo que tomar decisiones para llegar... estaba en el auto, conduciendo en cuerpo, pero no en espíritu.

El método de estudio de pre-lectura y subrayado (enumerados del 1 al 3) es una técnica de estudio efectiva, sin embargo es también un sutil y poderoso método de indoctrinación, con esto el "esclavo" logra que los Testigos acepten sus interpretaciones y enseñanzas. Todo esto sin mencionar que las publicaciones de la Sociedad están escritos de manera sencilla, muy raras veces se necesita consultar un diccionario, quitándole emoción y desafío a la lectura.

Consideremos además que un Testigo de Jehová que está "espiritualmente bien" asiste regularmente a las 5 reuniones semanales y conduce por lo menos 1 ó 2 estudios bíblicos y tiene un buen promedio de horas de predicación (donde vuelve a leer los artículos al amo de casa) mismos artículos vuelven a aparecer de forma diferente el siguiente mes, solo que con palabras diferentes y de nuevo, el ciclo se repite. Toda esta repetición termina siendo desinspirante ya que esto no termina.

Finalmente, los Testigos son fuerte e insistentemente desalentados a explorar, leer o investigar otras interpretaciones alternativas, sobretodo, si estas no vienen del "esclavo", inclusive, aún los estudios universitarios son vistos como nocivos en la congregación [1] ¡inclusive son comparados como fumar, ir a una fiesta con licor y drogas, internet, o una película violenta o inmoral! [2].

¿Es esta la libertad que nos prometió Jesús? (Lucas 4:18; Juan 8:32)

"y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres."


[1] La Atalaya, 1 de abril de 2008, pág. 4
[2] La Atalaya, 1 de septiembre de 2008, pág. 10.

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